lunes, 31 de mayo de 2010
El salario del miedo
Se puede ver 'El salario del miedo' (1953), de HG Clouzot, como la odisea que realizan unos personajes varados en una especie purgatorio en el que están exiliados, en un innominado país latinoamericano, con la particularidad de que para conseguir la liberación la odisea deben realizarla cruzando el infierno, esto es, transportando en un par de camiones una carga de nitroglicerina a unos pozos de petroleo que, significativamente, está ardiendo. Es la nitroglicerina la que puede conseguir controlar el incendio. Como es la templanza la que puede conseguir que superen su situación. Si el azar lo permite también, claro. Los primeros compases de esta obra se centran en presentarnos a aquellos cuatro que conducirán los dos camiones, dos franceses, Mario (Ives Montand) y jo (Charles Vanel), un gangster recién llegado, un italiano, Luigi (Folco Lulli) y un alemán, Bimba (Peter Van Eyck), que se caracteriza por una templanza que otros califican de frialdad (y cuyo punto vulnerable con el azar es que fuma). En los dos primeros la capacidad de 'dominio' a prueba durante el transporte se corresponde en Mario con su previa particular relación de 'dominio' con Linda (Vera Clouzot,)que deberá equilibrar con la necesaria condición empática con los accidentes a los que pueden estar expuestos sus compañeros ( o un control que no implica que el mundo esté a su disposición, sino que tiene que estar atento a cualquier detalle de lo que le rodea), y en Jo su arrogancia inicial se verá revelada como una máscara en alguien incapaz de saber enfrentarse a una situación de permanente tensión (o de una situación a la que no puede imponerse por las bravas, como ha hecho hasta ahora).
Pero es la larga odisea del transporte el gran y admirable tour de force de ésta película. En estos tiempos en los que se trasvasa al cine la estructura de pasajes o pruebas de los vídeo juegos, y de montajes pirotécnicos, destaca sobremanera la modélica capacidad de crear y mantener tensión en los diversos episodios que debe sufrir los protagonistas en sus avatares.
Desde el tramo en el que tienen que controlar la velocidad, en su justa medida, para no calarse a la vez que para evitar que se agite la nitroglicerina hasta el gran boquete lleno de petroleo que deben traspasar, pasando por esa curva en la que deben hacer una precisa maniobra, sobre una rampa de madera sostenida precariamente sobre vacío o cuando se enfrentan a una roca que obstaculiza el amino y deben explosionarla introduciendo nitroglecerina. En toco y cada uno de estos pasajes es prodigiosa la capacidad de crear tensión, jugando con la dilatación del tiempo narrativa, siempre hasta un exasperante límite, como si los personajes, algo que se transmite al propio espectador, estuvieran durante todo el trayecto conteniendo la respiración suspendidos sobre un vacío en el que, por el más mínimo gesto, pueden precipitarse.
Sin duda, pocas obras del cine de acción que se ha realizado desde la década de los 80 puedan estar a la altura de los pasajes o trances del tenso viaje de los dos camiones cargados de nitroglicerina de esta notable obra de HG Clouzot, 'El salario del miedo', que adapta una novela de George Arnaud. Clouzot es popular, por otra parte, por 'Las diabólicas' (1955) pero considero su obra maestra 'El cuervo' (1943), sin olvidar la interesante 'En legitima defensa' (1947).
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