lunes, 12 de abril de 2010
Somers Town
Una balada sobre la orfandad. 'Somers Town' (2008), de Shane Meadows, es una fábula alentada por un espíritu dickensiano. Dos Oliver Twist, que provienen de ‘fuera’, en busca de su lugar en el actual Londres. Pero tan periféricos como los jóvenes de su anterior obra, ‘This is England’ (2006), ‘dentro’ pero igual de desubicados, que buscaban su ‘lugar’ bajo la máscara de una identidad grupal, en la tribu de los ‘skin heads’, reflejo de una realidad desasistida cuando la ‘pantalla’ de la identidad nacional buscaba afirmarse más allá de sus fronteras, en la guerra de las Maldivas ¿Cómo encontrar tu identidad en una sociedad cuyos cimientos se hunden en la inconsecuencia? ¿A qué pertenezco si mi sociedad me ignora y se preocupa de escenarios lejos de donde vivo? Algo más de veinte años después no parecen haber cambiado mucho las cosas. Ese espejismo de la sociedad del bienestar se simboliza en unas hamacas y una silla de ruedas. Estatismo e ilusión de movimiento. Anverso y reverso, o quizás lo mismo. La realidad respira en blanco y negro, sin relieve, mientras la ilusión de los sueños vibra con un color que se ansía materializar. Tomo viene a Londres desde las Midlands, es atracado por otros chicos, y pierde sus pertenencias. En un plano contrapicado Tomo, desamparado, se apoya ante un letrero que dice ‘conoceme’. Y conoce a Marek, que llegó de Polonia con su padre, el cuál sobrevive con un trabajo en la construcción. Extraños en el presunto paraíso. Desposeídos y desubicados. No son nada, están en el margen, en suspenso, plegándose a las identidades de un territorio hostil y extraño que nos les deja espacio para ser, cuando no convirtiéndose en su grotesco reflejo, el reflejo de una identidad borrada o humillada. Marek es aconsejado a cambiar su camiseta del Manchester United por una del Arsenal, para no tener problemas. Tomo se ve desposeído hasta de su chandal, impersonal y neutra prenda epitome de nuestra intercambiabilidad, y acaba con un floreado vestido de mujer que disimula como camisa, y unos pantalones de cuadros que le hace parecer un jugador de golf, y, por último, con ese vestido y un delantal con el dibujo de una figura femenina con lencería. Encuentran a su particular Fagin en la figura de un inofensivo pícaro que malvive vendiendo lo que fuera.
Un plano general estático de los tres sentados en unas hamacas en un parque, sin que nadie acuda en horas a comprarlas, condensa este mundo donde no es fácil para algunos encontrar su oportunidad. Como en la figura del padre de Marek se simboliza esa frustración de no haber conseguido realizar lo que se deseaba, la sensación de fracaso. ¿Qué tienen sino una compartida ilusión, representada en una camarera francesa de nombre María? Un encadenado de planos de los dos chicos llevando a María en la silla de ruedas hasta su casa, cual caballeros que portan a su dama, acompañado de una de las baladas de Gavin Clark, que puntúan la acción en los tránsitos pues su vida está en transito, resume cómo la ilusión se sostiene sobre lo frágil. Porque además esa imagen que te alienta puede desaparecer en cualquier momento. Meadows no carga las tintas en la desolación, acompasando con excéntrico humor las desventuras de estos huérfanos de la sociedad del bienestar. Podría haberse titulado también irónicamente ‘Life is sweet’ como la obra de Mike Leigh, y algo de la mirada de éste tiene, aunque atravesada por una cálida melancolía, dejando que la gravedad se alivie con la ternura. No hay fin para estos personajes, sino un tránsito que no parece acabar, buscando habitar el mundo, aunque la ilusión, representada por ese viaje en color a Paris, anime a no desfallecer.
'Somers Town' (2008), séptima obra del cineasta británico Shane Meadows está tramada con un aliento dickensiano que evidencia cómo ciertas circunstancias poco han cambiado. Somos la posición que tenemos. Sino, eres una figura sin atributos. Una estimulante obra que sabe combinar géneros, o tonos, rehuyendo el énfasis o el sermón dominical, exponiendo con sencillez y precisión la intemperie vital de estos jóvenes chicos en los márgenes de la llamada sociedad del bienestar.
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