viernes, 2 de abril de 2010

La familia Savages

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Un cojín, un perro artrítico, un cuello ortopédico…Wendy (Laura Linney) y Larry (Peter Friedman) están en el trance del coito, pero la expresión de ella, bajo él, delata que es como si no participara, como un mero recipiente que cubre un trámite…Mira a un lado, donde el perro de Larry está contemplándoles, con su cabeza y una de sus patas sobre la colcha, con sus grandes y dulces ojos…Ella alarga la mano y acaricia su patita…Secuencias más adelante, Jon (Philip Seymour Hoffman), el hermano de Wendy, le confiesa a ésta que su relación con su novia polaca ha terminado, ya que ella tiene que volverse a su país porque se le ha terminado el plazo permitido de estancia del visado; además, como quitando importancia al hecho, le dice que ninguno quería casarse, así que no hay otra solución, pero, elusivo, no quiere hablar más de ello. Esa noche, Wendy despierta y le escucha hablando por teléfono. Un plano general lo encuadra en la oscuridad, en el umbral del baño, cuya luz lo resalta más en esa oscuridad circundante. Se intuye que habla con su novia; Jon no puede contener las lágrimas.
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Objetos, figuras, acciones que nos narran con su intángible música las emociones de los personajes, los intersticios en los que se palpa las mareas que se ocultan entre las máscaras cotidianas y los muros de las palabras que enuncian lo que se prefiere que se sepa, con las que uno se encubre o surgen cuál mecanismo reflejo del que igual uno aún no es consciente. Quizá porque no saben hacia donde va su vida, en una deriva aún no discernible entre la bruma. Jon es profesor de universidad, imparte clases de teatro, y escribe un libro sobre Brecht, aquel que enfrentaba discurso contra sugestión, o discusión contra emocionalidad. Quizá es lo que Jon se esfuerza en practicar en su propia vida. Wendy escribe obras de teatro; poder vivir de ello es su ilusión, aunque por ahora tenga que vivir de otros trabajos alimenticios. Ambos lindan en la cuarentena, pero el desconcierto aún domina su vida: Una vida en proyecto que no acaba de realizarse. Tamara Jenkins, la guionista y directora de ‘La familia Savages’ nos hace pensar y reflexionar; teje su narrativa, nada retórica, y sí directa, como una superficie poco llamativa, que vamos descubriendo oculta corrientes más complejas entre un afinado uso de las transiciones, de gestos y acciones que expresan más que las palabras, lo que los personajes dicen, o hasta se dicen a sí mismos. Podría haber empezado, al comentar esta película, diciendo que su premisa es la de dos hijos que se enfrentan a la demencia senil de su padre, Lenny (Philip Bosco), y cómo se enfrentan a la responsabilidad de cuidarle, o de tomar la decisión de qué hacer con él.
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Pero no, lo que realmente parece el cimiento donde se construye la narración no es más un resorte. O un garfio. Alguien dice que los dedos de los pies se engarfian pocos días antes de morir, porque empieza a abandonar el aire del cuerpo. Secuencias más tarde el gato de Wendy, que dormita junto a los pies de Lenny, sale corriendo al ver cómo sus dedos se contraen. Nunca se explicita del todo cómo fue la relación de ambos con su padre, pero queda bien insinuado que no fue precisamente un padre cariñoso. Esto se aprecia en las actitudes y elecciones de los hijos. Ese cuello ortópedico que se pone Jon, al sufrir un luxación jugando al tenis con su hermana ,mientras discuten sobre qué hacer sobre su padre, dice mucho de él. Son dos niños aún, en buena medida, que quizá aún no han matado al capitán Garfio. La obra que ha escrito Wendy se llama ‘Despierta antes de que haya terminado’. Y sí, al menos eso hace. El último plano, con ella y el perro, uno de los más hermosos, tiernos, y emotivos que he podido ver en tiempo, lo certifica. Todos deberíamos ser ese perro.

'La familia Savages' (The Savages, 2007) es la segunda obra de Tamara Jenkins, también autora del guión (su anterior obra es de 1998). Ambos protagonistas, Philip Seymour Hoffman y Laura Lyney demuestran con su excepcionales interpretaciones por qué son dos de los mejores interpretes del actual cine norteamericano. Una obra repleta de sutiles detalles, y con esa rara cualidad de saber expresar mucho más de lo que parece entre líneas.

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