lunes, 1 de febrero de 2010

Dersu Uzala

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Hay quien observa en un momento dado de esta serena y bella obra que qué pequeño es el ser humano ante la inmensidad de la naturaleza. En esta obra se palpa el aliento de la modesta reverencia o consideración de alguien, Akira Kurosawa, que clamaba como necesario el protestar, y él lo intentaba a través de su arte, por la falta de respeto del ser humano hacia la naturaleza. Ese respeto destilan las imágenes de 'Dersu Uzala', y digo destila, también, porque su aparente armónica sencillez es consecuencia de una compleja elaboración, aquella que condensa y se despoja de lo accesorio, que parece rezumar pura naturalidad y sencillez, pero no es sino el resultado de un artificio elaborado, que no lo parece, elaborado con la mirada de un orfebre. Y sobre todo, hay respeto por la personalidad y actitud del cazador Dersu Uzala, aquel que sabe cómo vivir en armonía en y con la naturaleza, en la que es parte consustancial la consciencia de la pérdida y de la vulnerabilidad. Y vehiculado a través del capitan Arseniev, que dirige una expedición cartográfica por orden del Zar para explorar y 'conocer' un territorio desconocido, o no hollado por la civilización, como es la taiga, la zona rusa de Ussuri, colindante con China y Corea. Así asistimos también a la forja de una bella y conmovedora amistad entre ambos hombres. Qué conmovedor es el momento en el que se reencuentran, años después, cuando Arseniev realiza una segunda expedición. La admiración por Dersu es manifiesta también en los hombres a cargo de Arseniev, que en principio ríen con sus peculiares, para ellos, convicciones, como cuando califica que todas las criaturas animales son tan 'personas' como los humanos, y ante su hábito de dejar comida ytas levantar el campamento para esas otras 'personas'. 'Dersu Uzala' Es como una cartografía que explora la relación más próxima con la naturaleza, en el que las figuras humanas son pequeñas criaturas que lidian con los 'elementos' para adaptarse a ellos, y establecer esa relación conciliada a la vez que saber sobrevivir en las circunstancias más desábridas. Kurosawa contempla con minuciosa atención trances como cuando Arseniev y Dersu están perdidos en las heladas llanuras y deben construir con hierbas una choza antes de que llegue la noche y el viento arrecie aún más fuerte (es la sabiduría de Dersu la que logra que se salven con su ingenio y presta capacidad de reacción) o cuando salvan a Dersu de las violentas corriente del río ( cortando un árbol, siguiendo sus instrucciones). Pero también destacan otro tipo de encuentros, parte de la naturaleza, o de la asunción de la condición frágil del ser humano, como aquel con el anciano chino que lleva cuarenta años como eremita, tras abandonar la civilización porque su hermano le 'quitara' a su esposa, su vida es ya un estatismo que es evocación de aquello que fue y ya no podrá ser. O la cualidad alegórica, que nos traslada a El corazón de las tinieblas, de la relación de Dersu con el tigre, una sombra que evidencia su ya manifiesto deterioro, una vejez irresoluble, que no podrá encontrar en la civilización, acogido por la familia de Arseniev, una adaptación factible, para alguien que ha vivido en armonía con la naturaleza. Es un final de un lirismo tan doliente como exultantemente elegíaco.
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'Dersu Uzala' (1975) es una coproducción con la Unión Soviética, de una obra, la escrita por el viajero Arseniev, que Kurosawa ya quería realizar desde sus primeros años como director, en la posguerra. Y la hizo tras pasar uno de sus momentos más críticos en su vida, tras diez años en los que había realizado sólo dos obras 'Barbarroja' y Dodeskaden', el fracaso de la cual le llevó a un intento de suicidio. Seguramente es su obra más serena, una obra en la que uno literalmente fluye como si fuera otra 'persona' en esa inhóspita naturaleza de intrincados bosques y llanuras heladas.

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