viernes, 1 de enero de 2010
Un gangster para un milagro
Si a Hitchcock se le endosó la etiqueta de 'mago del suspense', que reconocía su excepcional dominio de la narrativa pero que al mismo tiempo restringía el alcance de sus transgresoras y complejas entrañas, a Frank Capra se le encasquetó la etiqueta del cine de buenos sentimientos, y no precisamente como alabanza sino como atribución de una inclinación a empastelar las aristas de la realidad retratada. Se convirtió en emblema, o estigma, de esa repudiada tendencia del cine hollywoodiense al final feliz y de edulcorar la visión de la vida. No sólo propició que se ignorara, o empañara, sus admirables cualidades narrativas y de saber perfilar personajes, incluido el más secundarios, con precisos trazos, sino que se obvió, o no se supo ver, que bajo, o a través de, esos amables, o vitales, aires de fábula sus retratos de la sociedad capitalista, a través de sus representantes institucionales, políticos, banqueros o periodistas, eran de lo más tétricos e incisivos. Que en la mayor parte de sus films aquel que se enfrentaba a esa corrupción o mezquindad humana saliera victorioso no implicaba que esa miserable condición humana, que poco sabe del Vive como quieras, fuera descrita sin complacencias y con cargas envenenadas. ¿Al fin y al cabo los protagonistas de Juan Nadie y Qué bello es vivir no están a punto de suicidarse en ciertos momentos? ¿Y no tienen estas obras instantes de una negrura siniestra aterradora? ¿Y caballero sin espada, a pesar de ese final victorioso, no llega a ser desesperadamente demoledora en ese vía crucis que pasa su protagonista, adalid de la integridad?. ¿Es que lo realista ya sólo es lo que acaba mal porque el mundo es así de decepcionante siempre y los poderosos siempre vencerán?¿No sería esto una loa al cinismo mas que al escepticismo? Todo esto viene al caso para reivindicar una deliciosa y revitalizante obra maestra, su última obra, 'Un gangster para un milagro'. Sí, una aleccionadora fábula moral o cuento de hadas que, de nuevo, alienta a los buenos sentimientos, a la solidaridad, a la entrega,a la preocupación por el otro, por los más marginales, en suma, por la integridad, que no es precisamente el emblema de nuestra sociedad del bienestar, consumo, capitalismo depredador, o como quiera llamársela, ahora, en los años 60 cuando se realizó esta portentosa comedia o en los finales años veinte cuando trascurre la acción. El 'Dandy' es un gangster que aspira a lo más alto, y más ahora cuando le visita el número uno, proveniente de Chicago, al que tiene paseando por la ciudad en un trailer al que llamala pequeña suiza, mientras dirimen sus negociaciones. Pero tiene una pequeña superstición, cree que las manzanas que le suministra la harapienta y vieja Annie le dan suerte. El conflicto surge cuando la hija de ésta, a la que manda dinero y que vive en el extranjero desde pequeña y que piensa que su madre es un aristócrata de alta alcurnia, quiere visitarla para presentarla a su novio y suegro, pertenecientes a la nobleza. El delirante y jubiloso proceso que vendrá a continuación no es más que la puesta en escena organizada por El Dandy ( y su novia, con la que mantiene el pulso de quien cede en las aspiraciones del modo de vida que deben llevar cuando se casen) para hacer pasar a Annie la manzanas por una aristócrata, buscarle alguien que haga de marido, hacer uso de una de las lujosas habitaciones del hotel donde Annie recibía las cartas de su hija, y cuando se plantee sorpresivamente la boda, hacer de los brutos gangsters representantes de las instituciones. Todo esto mientras se mantiene la tensión con el Número uno y se sufre el acoso de periodistas curiosos. Si Glenn Ford demuestra su talento no reconocido para la comedia, el reparto de secundarios creo que puede ser el más prodigioso que ha dado el cine, desde el chofer, Chico, que sólo acierta con las cartas que lanza a su gorra en el suelo cuando está dormido, al refinado tahúr del billar que se hace pasar por el marido de Annie que sabe recitar versos de Walter Scott para regocijo del mayordomo que sonríe con aterrada admiración cuando pretende huir, al complicarse la situación, cuando el dandy le dice que lo hará con las piernas rotas. Y, en especial, ese Alegre, el segundo del dandy, eterna voz disconforme que se queda con los cristales del vaso cortados en la boca al oír estupefacto como los novios quieren que El dandy sea su padrino. Un derroche exuberante de humor( inolvidable ver a los brutos gangsters memorizando sus discursos o aprendiendo a hacer reverencias, y entre ellos uno que piensa que un Secretario de Estado es menos que un embajador y quiere que le cambien su personaje), que además, emociona. El desenlace es un prodigio de catarsis.
El trabajo fotográfico de las exquisitas imagenes de 'Un gangster para un milagro' (A pocketful of miracles, 1961), es obra de Robert Bronner, al que citaba ayer con respecto a Chicago, años 30. Un trabajo de color no muy distante,y que por otra parte, refrenda mi idea de que la elaboración tanto técnica como de signíficado con el color llegó a sus más elevadas alturas en los 50, por mucho que se considere que no es fotografía naturalista o realista. La cuálidad píctorica del cine entonces es algo que hoy parece más bien perdido. Y he mencionado a los personajes, pero hay que rendir tributo a esos grandes actores. Aparte de Glenn Ford y Bette Davis ( como Annie) hay que mencionar a Hope Lange, como la novia del Dandy, Peter Falk, como Alegre, Thomas Mitchell, como el tahúr del billar, Mickey Shauggenessy como el chofer ( que grita a sus compañeros gangsters, ¡Sois unos 'incultivados'!), Arthur O'Connell como el conde y EdwarD Everett Horton como el mayordomo. Grandes, muy grandes.
Como curiosidad mencionar que cuando se dobló en España se convirtió a los nobles en italianos en vez de españoles por las alusiones que se hacían a la republica española, y que la hija vivía en Italia y no en España. No hay mejor manera que entrar en un nuevo año que viendo esta imperecedera y maravillosa obra.
La película que significó la despedida (forzosa) del cine de Frank Capra fue un remake de "DAMA POR UN DÍA" que él mismo realizara en 1933. Cegatamente tachado de anticuado y sobrepasado por los tiempos, el autor de "¡QUÉ BELLO ES VIVIR!" vio cómo sus dos últimos trabajos, "MILLONARIO DE ILUSIONES" y ésta que nos ocupa, eran atacados por la crítica e ignorados por el público. Menos optimista de lo que a primera vista pudiera parecer, este hermoso film es un "falso" cuento de hadas en cuya trama el "encantamiento" es trabajosa e interesadamente fabricado por el supersticioso protagonista. Cuando la "representación" termina, la talludita Cenicienta volverá a sus harapos y a la cesta de manzanas, la carroza de nuevo se tornará calabaza y los pajes en ratones (pordioseros y gangsters). Aquí no ha pasado nada y los milagros permanentes no existen. “UN GANGSTER PARA UN MILAGRO” resultó una postrera e inolvidable lección de sabiduría cinematográfica de un hombre cuya fe y optimismo estaban ya moderados por la lucidez del desencanto. La película contó, además, con el mejor reparto de secundarios de toda la historia del cine.
ResponderEliminarNo puedo más que suscribir tus afinadas y precisas palabras. Es una de mis comedias predilectas. Una lección de sabiduría en todos los aspectos, y pletórica de sutilidades, bajo su apariencia, que tú muy bien señalas. Y sí, es el mejor reparto de secundarios. Es inagotable, como el placer de verla una y otra vez.
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