miércoles, 13 de enero de 2010

Monster's ball

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Hay que películas que duelen, porque miran de frente a las sombras del dolor, para extraer luz de sus simas. Un tránsito que es alquimia, que hace de la cálidez y proximidad un Pais de nunca jamás terrestre, pero consciente de su frágil provisionalidad. Los personajes de Monster's ball parecen sumidos en un purgatorio, esa circunstancia previa, a la que alude el título, a la ejecución en la silla eléctrica, a la condena muerte. La negrura, cincelada en el afinado trabajo cromático y lumínico, de rasgante fisicidad, alienta sus vidas, o las abrasa detenidas. Su vulnerabilidad no es que esté a flor de piel es que está abierta como una herida. Hay quien será ejecutado literalmente, y quien pende de un hilo en su vida, como Leticia, a quien pesa la amenaza del desahucio, o de Sonny asfixiado por el racismo inflexible de su abuelo, y de un padre, Hank, atrofiado en su descontento vital, en no saber desprenderse de la putrefacta influencia moral de su progenitor, y que expurga en la violencia de su cargo de oficial de ejecuciones. El destino une en la noche a dos seres que en la superficie parecen tan distintos, una mujer negra y un aparente racista. Algo más les une, la muerte de sus hijos. Una muerte, la de su hijo, que ha supuesto para Hank la demolición de un modo de vida, de una forma de pensar y sentir, que vivía por delegación (la influencia del abuelo). El amor que va sedimentandose entre Hank y Leticia, supone para Hank el liberarse de una noche que le tenía atrapado en su mente, y en un corazón seco y enquistado. Entregarse a esa mujer, en una primera colisión de cuerpos que es desgarro de angustias liberándose, supondrá su conciliación consigo mismo a través del reconocimiento del otro. Ya no quita vidas, sino que da vida. El gesto radiante de Leticia en la secuencia final, la comprensión de que ha encontrado un respiro de real calidez en su vida, es uno de los momentos más bellos que ha dado el cine en esta última década.

'Monster's ball' (2001), con unos excelentes Billy Bob Thornton, Halle Berry, Peter Boyle y Heath Ledger, es una brillante muestra, quizás la más notable, del talento del cineasta suizo Marc Forster, cuya obra quizá no ha tenido el suficiente reconocimiento. Tránsito, Descubriendo nunca jamás e, incluso, Quantum for solace componen un corpus de obra de lo más digno y sugerente. En Monster`s ball cuenta con un sólido guión al que sabe elevar con su medida modulación, una ingravidez, excepcionalmente complementada por la gran banda sonora de Asche & Spencer, que ante todo traza unas circunstancias emocionales, sumergiéndose sin complacencias ni énfasis,sino descarnadamente, a pelo, en la desolación del dolor que une a estos personajes. Visualmente elabora un incisivo trabajo que capta esa sensación de intemperie, de espacio desacogedor, sobre en interiores como el del café al que acude Hank habitualmente, y en el que contratan a Leticia. Son los gestos, los silencios, lo que se palpa en el ambiente, lo que van trazando este viaje alquimico desde las simas a unas alturas definidas por la ternura.

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