El presente de 'Buenos días, tristeza'está empañado en blanco y negro.El pasado vibra con colores que son fulgor,pero no es sino apariencia a punto de descascarillarse.La inconsciencia puede generar la tragedía.Jean Seberg era una adolescente que ignoraba que la materia de la vida no se puede moldear en tramoya con intrigas.Ahora esos hilos son lágrimas secas en un rostro que es doliente máscara de tardía consciencia.
Además esta obra de 1958 es un nuevo ejemplo de la refinada sutilidad de la puesta en escena de Otto Preminger. Cómo juega con los pequeños detalles y gestos. Y el plano final del rostro de Jean Seberg dándose la crema facial es demoledor.
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