lunes, 23 de noviembre de 2009
Annie Hall
Annie Hall (1977) es como la nave nodriza del cine de Woody Allen. Supuso su afianzamiento como uno de los escasos cineastas que han logrado dar lustre aún a la comedia norteamericana. Y es uno de sus puntales en cuanto ingenio creativo. Allen se inspira en el Amarcord de Fellini para evocar no el espacio de recuerdo mezclado con lo imaginario de la infancia y el pueblo natal, sino el de las relaciones sentimentales y una mujer en concreto. No hay límites para la imaginación como para los recuerdos. En una discusión en la cola de un cine se puede recurrir al instante a Mcluchan para que arbitre la misma ( a su favor, claro). Y es que,como dice Allen en ese instante, qué diferente sería la vida si eso pudiera ocurrir. La realidad parece que siempre se queda a la zaga con lo imaginado, como esa duplicación fantasmal borrosa de ausencia en espíritu de Annie cuando hacen el amor, porque no puede implicarse si no fuma un porro. La vida es una extraña montaña rusa ( y más aún para quien ha vivido su infancia debajo de una). Pero siempre nos quedará el Paris de los ingeniosos gags. La escena en la que Allen estornuda sobre la cajita de cocaina que ha costado 2000 dolares esparciéndola completamente.La conversación con el hermano de Annie, sobre la tentación que siente cuando conduce en la noche de estrellarse contra los coches que vienen en la otra dirección cuando ve la luz de sus faros ( y el plano de Allen en el viaje posterior mirando temeroso al rostro impávido del hermano conduciendo). Y la secuencia con los niños con los que compartía clase de pequeño, y el remate de algunos diciendo a lo que se han dedicado de adultos, cerrándose con la niña que dice 'Yo trabajo en cueros'.
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