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jueves, 30 de septiembre de 2010

Chantaje en Broadway

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En Chantaje en Broadway (1957), trivial traducción del más cáustico título original ( The sweet smell of success: El dulce aroma del éxito), de Alexander MacKendrick, nos sumergimos en las tenebrosas ( y nunca mejor dicho, dado el asombroso trabajo fotográfico de James Wong Howe) corrientes de la abyección humana. No puede ser más desolador el paisaje humano, empezando por las dos figuras protagonistas.El representante artistico, Falco (Tony Curtis), no se arredra en recurrir a lo que sea, o en aprovecharse de quien sea, para conseguir su proposito, que no es otro que el que su nombre aparezca en un artículo del más influyente columnista de la ciudad, Hunnecker (Burt Lancaster). Incluso, acepta la petición de éste de que interfiera en la relación de su hija con un músico, porque no lo ve el 'adecuado' para ella. Hunnecker es el ejemplo quintaesenciado del 'inclemente dios' que con su palabra hace 'visible' a quien puede alcanzar notoriedad en el medio, o le hunde en el fango de la 'invisibilidad', y por tanto del fracaso, sino le da 'nombre' en su columna.
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En el principio fue el verbo, aunque sea envenenado. Es capaz de destruir a quien sea, por activa o por omisión, si se le cruza en el punto de mira, como, en un presunto arrebato de generosidad, apoyar o propulsar la carrera de alguien citandole en su columna,aunque siempre subyazca la condición del intercambio de favores ( ya se sabe, hoy por ti, mañana por mí). No importa la verdad, ni el trabajo que haces, sino tu posición. Y el resto es silencio, o la ruidosa algarabía, sin sentido, de el 'circo mediático'.

'Chantaje en Broadway' (The sweet smell of success, 1957) es una de las grandes obras maestras de Alexander MacKendrick, con dos prodigiosos Burt Lancaster y Tony Curtis, y con un modélico guión de Ernest Lehman y Clifford Odets, basado en un relato de éste. Tan a tiralineas como la propia realización donde cada plano es el encuadre justo, una de las planificaciones más refinadas y precisas en el uso del espacio y cómo perfilar las relaciones de los personajes en él. Una impecable simetría para revelarla asimetría de la abyección.

1 comentario:

  1. Cuando vi por primera vez "SWEET SMELL OF SUCCESS", hace más de treinta años, Mackendrick ya era un hombre olvidado. Recuerdo su vergonzante paso por un Festival de San Sebastián como un paria sin que prácticamente nadie se percatara de su presencia (formaba parte del jurado de una sección paralela). Aquella proyección de "SWEET SMELL OF SUCCESS" me dejó noqueado, pero no sorprendido porque ya entonces había visto sus tres posteriores trabajos. Los últimos de su escueta obra (Oh! "VIENTO EN LAS VELAS" qué fascinante obra maestra!).
    Ese "Dulce aroma del éxito" es un drama de una dureza impresionante, desarrollado integramente en los ambientes noctámbulos de la trastienda de Broadway. La cámara barroca a la vez que incisiva de Mackendrick nos adentra en las entrañas de un neonizado infierno habitado por sabandijas que se retuercen mordiéndose unas a otras, en un perverso ballet que nos habla de humillaciones y dependen­cias, de odios y mentiras, de incesto, de la función corruptora del dinero y el culto al poder. Excelentes caracterizaciones de todos los intérpretes que componen el reparto, destacando, no obstante, ese desalmado y enfermizo demiurgo que incorpora Burt Lancaster, también un insólito Tony Curtis en un difícil cometido y la siempre extraordinaria Barbara Nichols incorporando a una patética cigarrera de club. El fracaso comercial de esta película y el a menudo dificultoso entendimiento del realizador con los productores, fue sin duda la causa de que le apearan de varios proyectos ("EL DISCÍPULO DEL DIABLO", "LOS CAÑO­NES DE NAVARONE") y que sólo lograra rodar tres films en los siguientes diez años, clausurando su carrera en 1967 con la menospreciada "NO HAGAN OLAS", una falsa comedia con un fondo aún más negro que el de "SWEET SMELL OF SUCCESS".

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