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sábado, 13 de abril de 2013

Milagro en Milan

 photo OIR_resizeraspx_zps2d94716c.jpg Érase una vez un reino, un mundo, en el que decir buenos días podía significar muchas más cosas (y mucho más retorcidas) que simplemente buenos días. A ese mundo, en concreto en Milan, sale Toto (Francesco Golisano), un chico de dieciocho años que abandona el orfanato para enfrentarse a la hostil realidad, esa que responde con el gesto ceñudo y la pregunta recelosa a su sonriente ‘buenos días’. Pero Totó porta su sonrisa como si fuera la espada de un caballero, o como el bastón de Charlot, por lo que no logran que la envaine y la oculte en el granito de la expresión hosca y susceptible. Era manifiesta la afinidad de Vittorio De Sica con el cine de Charles Chaplin. Golisano podría verse como una réplica de Charles Chaplin, sin los rasgos caracterizadores de Charlot, la peluca negra, el bigote o el bombín. De Sica y Chaplin exploraron, reflejaron, las precarias corrientes de la vida, en las oscuridades de la indigencia, con el exuberante trampolín del humor y la delicadeza de la cálida ternura.  photo OIR_resizeraspx6_zps5b35cd76.jpg ‘El chico’ (1921) resonaba en la raíz de las imágenes de ‘El ladrón de bicicletas’ (1948), e incluso en ‘Umberto D’ (1951). Pero las sombras de ambas se hacían más manifiestamente afiladas, desgarro que abocaba a la intemperie, mientras que se propulsan, cuál fábula insurgente, más exultantes en ‘Milagro en Milan’ (Miraccolo en Milan, 1951), escrita por De Sica con Cesare Zavattini (adaptando la novela de éste, Toto il buono) y con la colaboración de Suso Cecchi D'Amico, Mario Chiari y Adolfo Francique. El escueto prólogo, que relata cómo la abuela Lolotta (Emma Gramatica) encuentra el bebé abandonado, Totó, entre las verduras y su huerta, y el cultivo de la mirada asombrada, lúdica, como educación, hasta su muerte, lo que supone el ingreso de Totó en el orfanato (una elipsis temporal lo mostrará cuando sale años después), pareciera extraído de una de las obras de Charles Chaplin en su musical hilvanación a través de gestos y acciones.  photo OIR_resizeraspx3_zpsd3c69659.jpg  photo OIR_resizeraspx5_zpsdb929b3f.jpg Totó se asienta en un arrabal de chabolas en las afueras de Milan, en donde sus habitantes corren de rayo de sol a rayo de sol para poder recibir un poco de calor. Totó se convertirá en su rayo de luz, aquel que sabe encontrar una puerta en la intemperie, aquel que disfruta con la visión de la luna en el firmamento porque no es alguien que se encoge en sus carencias. Es su resistencia combativa, la que se enfrenta al desánimo, como hace con aquel que, ya desesperado, intenta colocarse delante de un tren (desde donde, unas secuencias antes, les miran como criaturas de otro universo, y de bajo rango, en las que no vale la pena ni desperdiciar su mirada).  photo OIR_resizeraspx7_zpse3ca462f.jpg Totó es aquel que usa su sonrisa como paraguas cuando llueve, antes de lo que dijera David Lynch en ‘Twin Peaks’. Totó será la inspiración fundamental para establecer una convivencia armónica, y, en especial, cuando les instan a que abandonen el terreno tras que se descubra que se puede extraer petróleo, para resistir el asedio de la policía (guiados por el capitoste dueño del suelo, que puede hermanarse, en estirpe dickensiana, con alguno de los de Frank Capra, cine con el que también se pueden establecer vínculos: incluida, esa vena sentimental que hay quienes desprecian añadiendo el ‘ismo’, como si cortocircuitara la lúcida aspereza crítica).  photo OIR_resizeraspx2_zps30862fa4.jpg Pero la solidaridad no será suficiente, por lo menos en el reino de esta realidad, insensible a la suerte de los más desfavorecidos, y sí al ‘cultivo’ de la depredación en mor del enriquecimiento. Es necesario un toque mágico, una paloma que el fantasma angélico de Lolotta le da a Totó para que haga cumplir todos los deseos de los que habitan esos arrabales. O para lograr que la cortina de humo que ha creado los gases que han lanzado la policía se disipe. Pero lo mágico no es de este mundo. No es en este reino, en esta realidad, donde podría concluir con éxito su resistencia.  photo OIR_resizeraspx4_zps33f78ad0.jpg En ‘Milagro en Milan’ estamos en el territorio del ‘Colorín colorado’, en donde los milagros sí son posibles, en donde las estatuas reviven y los fantasmas angélicos no respetan el tráfico de la realidad (y de lo verosímil). ‘Milagro en Milan’ es una puerta abierta a lo posible en una intemperie que hiela el aliento. Por eso, los indigentes, los pobres, como los brujos o las brujas, también saben usar escobas voladoras que les lleve a una realidad, a un reino, donde decir buenos días signifique eso, ‘buenos días’.

2 comentarios:

  1. <(...) un reino, donde decir buenos días signifique eso, ‘buenos días’ >.

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    1. Como puede ser posible que,nunca a mis 54 años,ni por asomo,haya visto semejante película,su música,su dramatismo en sintonía con los escenarios,la dicha y la desgracia en cada rostro de sus protagonistas,dueños solamente y en ocasiones de una parte muy diminuta de la naturaleza. En fin, una joya que nadie debe perderse para reflexionar.

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