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martes, 10 de abril de 2012

La puerta del diablo

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‎'La puerta del diablo' (1950), de Anthony Mann, pone el dedo en la llaga en los desafueros del pasado, que no dejan de ser, como recordatorio, combativo reflejo de otro entonces presente, la infame Caza de brujas en pleno auge de persecución en aquellos momentos. Aunque la estimable 'Flecha rota' (1950), durante tiempo fue considerada la película que por primera vez humanizaba a los indio, 'dándoles voz', y con un ánimo conciliador, la obra de Mann es mucho más contudente, y áspera en su denuncia. En primer lugar, porque el mismo protagonista, el punto de vista del relato, es del un indio, Lance (Robert Taylor, que aunque choque, por su físico, como indio, brinda una de sus más efectivas interpretaciones). En segundo lugar, porque su conclusión no es muy esperanzadora, o está ensombrecida por la tragedia. Lance vuelve a su hogar, a sus tierras, un bello paraje entre montañas, donde es dueño de una ingente cantidad de reses. Ha servido en el ejercito yanki, alcanzando el grado de sargento mayor, y siendo condecorado. Pero por mucho que haya servido a un ejercito que supuestamente luchaba para abolir la esclavitud, y establecer la igualdad, ahora se encuentra con que los indios no son ciudadanos sino 'protegidos'. En el bar, donde antiguos amigos le reciben con calidez en la secuencia inicial, ahora no se permitirá servir alcohol a los indios.
Y aún más grave, por ley, cualquier puede optar a sus tierras. Pero no sólo eso, sino que él se ve imposibilitado por no ser ciudadano a comprar sus propias tierras. Ante la amenaza de que dueños de ganado ovino ocupen sus tierras ( a lo que tienen derecho por ley) se verá en la circunstancia de tener que defender sus tierras con las armas. La infamia es desoladora. Y como decía, reflejo de aquella Caza de brujas a todo sospechos de comunismo, En la anterior 'El reinado de terror' ya se establecía otra alegoría de persecución del que opina distino a través de las purgas de Robespierre (el título original, 'The black book', el libro negro, hacía clara alusión a las listas negras que la industria estableció). Claro que la efectividad del discurso no sería tan incisiva si no estuviera propulsada por la elaborada e inventiva puesta en escena de Anthony Mann, uno de los más grandes cineastas que ha dado el cine estadounidense ( de esa estirpe de puros, vigorosos, y de fisicidad proverbial, narradores como los grandes Henry Hathaway o Richard Fleischer).
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Con la complicidad deL director de fotografía John Alton, con el que había formado uno de los tandems creativos más admirables en los previos film noir dirigidos por Mann, elabora encuadres de refinada composición, jugando con los términos del encuadre: ya en la secuencia inicial, en el bar, con Lance al fondo junto a su amigo Zeke (Edgar Buchanan), uno de los primeros que llegó a aquellas tierras años atras, y que recorría con el padre de Lance sin ver un ser humano durante días, vemos en primer término, parte de la figura de una figura decisiva, en cuanto a (pérfida) 'interferencia' en la vida de Lance, el abogado Coolan (Louis Calhern). Con esos tensos encuadres, que pueden llegar a ser opresivos, haciendo agudo uso de recursos como las luces y sombras o los contrapicados(pienso que pocos son los cineastas que han llegado a tal grado de rigurosa e inventiva elaboración visual), logra transmitir, dar cuerpo, a la atmósfera de huis clos a la que se ve impelido Lance, 'sitiado' hasta alcanzar el grado extremo, ya físico, del asedio a su hogar por Coolan y los ovejeros, y hasta, colmo de la ironía, el mismo ejercito en el que había servido, y que le había condecorado.
Varios ejemplos más del supremo arte creativo de Mann: La secuencia en la que va a contratar a un abogado para conseguir él comprar su propia tierra. Al descubrir que es una mujer, (Paula Raymond), tras pedir perdón se marcha. Afuera, sin bajar las escaleras,hace un gesto como de qué más da, no tiene tanta importancia, vuelve a entrar, para contratarla. Cuando le remarca que es indio, la expresión de vacilación de ella, como si hubiera sido un traspiés, es de lo más elocuente, pero se recupera y acepta representarle. Ya se ha establcido una incisiva asociación entre la posición de la mujer en la sociedad y la del indio, jugando con mutuo prejuicios, y definiendo a través de gestos y decisiones a los personajes, a su honestidad. En la secuencia umbral, a partir de la cual ya Lance actuará como un indio (hasta entonces su atavío era el del 'blanco', o con componentes de su uniforme de soldado), porque la (supuesta) civilización le ha negado cualquier opción de poder defenderse usando la ley, Mann juega hábilmente con las sombras: Orrie intenta convencerle de que 'ceda'y acate la ley por injusta que sea, pensando en los niños y las mujeres que protege; en los encuadres el rostro de Lance está en sombras, porque ya es una sombra; cuando le vemos iluminado, además realizando un salto de eje en la planificación, vemos que ahora viste ya como un indio (y determinado a defenderse de cualquier asalto). En la secuencia en la que deciden los ovejeros entrar en las tierras de Lance, Zeke, que es ahora el sheriff, aunque no le guste, ante todo acata la ley y decide entrar a la cabeza. Antes de hacerlo, dice que su idea de morir siempre había sido la de morir sin las botas puestas, en su cama (apunte mordaz en alusión a la figura del general Custer). En el último plano tras el sangriendo combate, la cámara encuadra a Lance y el resto de los indios alejándose al galope; realiza una panorámica que encuadra al cadáver de Zeke, que yace en el suelo, hasta encuadrar sus botas.
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En la secuencia final, en los momentos ya postreros del combate (en los que hasta se usa dinamita), cuando los indios ya casí están todos muertos, Lance recorre sus estancias, 'acribilladas' por haces de luz que entran por la ventana, un hogar ya demolido, arrasado. Mann expresa con dos gestos las acciones interiores del personaje, y no puede ser más incisivo. Mientras se escuchan los disparos fuera, Lance coge la pipa de la paz, que vuelve a dejar con gesto apesadumbrado. Antes de salir por la puerta, observa el uniforme de sargento mayor del ejercito en el que sirvió, y que ahora está apostado fuera, decidido a que él abandone sus tierras,y los otros integrantes de su tribu que él ha acogido, escapados de la reserva, vuelvan a ella. Su muerte es como un hachazo en las conciencias: ataviado con el uniforme cae ante el oficial, en dirección a la cámara (y desaparecieno del encuadre), como un árbol que ha sido talado. El último plano (en correpondencia con aquel en la secuencia inicial de la figura de Coolan en primer término del encuadre, premonición de una fatal 'interferencia', y Lance al fondo), es el de parte de la nuca del oficial (representante del poder institucional) mirando hacia el fondo, hacia las montañas. No se puede ser más doliente y mordazmente incisivo.

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