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viernes, 31 de diciembre de 2010

Las 10 películas de la década

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Deseando amar (Wai, 2000)
Hunger (McQueen, 2008)
El nuevo mundo (Malick, 2003)
El curioso caso de Benjamin Button (Fincher, 2008)
Mystic river (Eastwood, 2003)
Un cuento de navidad (Desplechin, 2008)
Two lovers (2008, Gray)
Adoration (Egoyan, 2008)
El hombre que nunca estuvo allí, (Coen, 2001)
Embriagado de amor (Anderson, 2002)

OF TIME AND THE CITY: Trailer


Una joya sin estrenar (y que podría haber entrado tranquilamente en el decálogo de mejores obras de la década), 'Of time and the city' (2008). Sublime esta memoria emocional de Terence Davies a través de las décadas en que vivió en Liverpool, desde finales de los 40 a principios de los 70.

Ann Margret

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Montgomery Clift

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Solo El Cielo Lo Sabe (1955) / All that heaven allows


Extraordinaria la música de Frank Skinner, esos punzantes acordes de piano de malherida melancolía que intentan desasirse del ámbar que la ahoga, para uno de los más hermosos melodramas de Douglas Sirk 'Sólo el cielo lo sabe' (1955). Un amor que lucha contra los estigmas de la 'corrección', el sentimiento enfrentado a la imagen.

Plácidas pausas de rodaje: Hedy Lamarr

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Hedy Lamarr lee una carta durante una pausa de rodaje de 'A lady without passport' (1950), de Joseph H Lewis.

Marlene Dietrich

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El ángel azul

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En la primera secuencia de 'El ángel azul' (1930), de Josef Von Sternberg, el profesor Rath (Emil Jannings) observa con pesar que el pájaro en la jaula está muerto. En la última secuencia le encuentran a él, en la que era, o representaba su jaula, el aula en la que impartía clases. O dicho con más precisión su jaula era su rígida y autoritaria mentalidad. Por eso el trayecto que sufre es el de la inversión de posición. Su degradación es como si le hubieran degradado de sus galones, de su mentalidad enquistada en los valores de imagen social, verguenza y puritanismo moral, de figura autoritaria (sujeto sancionador) a pelele o irrisorio y patético payaso ( objeto de irrisión y desprecio). Von Sternberg le describe con precisión en las primeras secuencias, es un hombre sin vida íntima o afecttiva (su único rasgo de algo semejante era el pájaro). En las secuencias del aula en el colegio queda reflejada esa tensión entre unos alumnos que lo desprecian, no hay respeto hacia su magisterio, sino la subordinación a su autoridad, la cual intenta aplicar incluso fuera de las aulas, como si el espacio íntimo de los alumnos también debiera ser controlado por su supuesta virtuosidad moral.
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Rath acude al El ángel azul para sorprender a sus alumnos en un ámbito de desgradación moral, para él, y reprenderles así como sancionarles. Es brillante cómo en estas secuencias de su empecinada persecución por el local Von Sternber puntúa con planos del payaso, de triste expresión, fisura que ya anuncia su destino. Aunque la principal fisura en su rigído mundo controlado será Lola Lola (Marlene Dietrich), con la que, debido al estado de embriaguez en el que le sumen, vivirá una noche de amor. Pero dado sus valores cuadriculados implica que siente un sentimiento hacia ella, y por otro, que debe derivar en matrimonio (magnífico el momento en que se lo propone a ella, y esta responde con una estentórea carcajada que tiene mucho de divertida sorpresa). Pero el gallo del corral ( sus cácareos durante la celebración de la boda) se convertirá en el degradado reflejo de su patética condición, de la ilusoriedad de su arrogancia. Fantástica es la elipsis que tiene lugar tras la secuencia en la que Rrath plantea a Lola que ahora que están casados ella no debería trabajar (es el rol de la mujer según su retrograda mentalidad); en la siguiente secuencia, transcurridos los años, le vemos pintándose el rostro de payaso. Ya es una atracción irrisoria, manipulado y modelado por Lola o el empresario como él intentaba manipular o modelar a los alumnos. El falaz maquillaje de sus valores ahora es el maquillaje del payaso. De lacerante crueldad es la secuencia en que actúa, en lo que para él es sumirse en el abismo de la degradación o verguenza, en la localidad en la que impartió clases. Sumado a la explicitud con que Lola muestra que flirtea con otros hombres, es decir, que él es 'nada', para Rath sólo resta retornar al vacío de su jaula, aquella en la que creía detentar la autoridad moral ( el real vacío de sus valores), para morir con la mano agarrada como un garfio a la mesa.
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La magnífica 'El ángel azul' (Dar blaue angel, 1930), de Josef Von Sternberg, adapta la novela de Heinrich Mann, que colabora en el guión junto al cineasta, Carl Zuckmayer, Karl Vollmoller y Robert Liebman. Gunther Littau realiza una esplendorosa labor en la dirección fotográfica. En la incisiva irreverencia de esta obra, con respecto al autoritarismo, se puede apreciar obviamente todo un comentario sobre lo que se estaba gestando en el país y que tres años después tomaría el poder.

Freddie Bartholomew, el niño aristócrata

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Freddie Bartholomew fue la segunda estrella infantil más celebre en la década de los 30, tras los rizitos de Shirley Temple. Este actor londinense, tras un par de películas en Inglaterra, dio el salto a Hollywood cuando fue contratado para interpretar el papel protagonista en 'David Copperfield' (1934), de George Cukor. David O'Selznick, quien le había contratado para la MGM, le dio el papel protagonista en su primera producción independiente, 'El pequeño Lord' (1935). La cima de su popularidad llegaría con 'Capitanes intrepidos' (1937), de Victor Fleming. Pero ya en los 40 decrecería considerablemente, aparte aciagos accidentes como su caida, en 1945, cuando reparaba el motor de un avión en su destino militar durante la guerra, que provocó que se rompiera la espalda en 1945, del que le costó un año recuperarse, aunque le dejaría notables secuelas psicológicas que dificultaron su retorno al cine. Además, años atrás, cuando era un actor infantil de éxito su madre, que no se había preocupado de él desde que tenía 3 años, hizo todo lo posible para conseguir el dinero que ganaba su hijo. Su vida no desmerece, en desgracias, de la de que fue parte en 'Anna Karenina' (1935), de Clarence Brown, como el hijo al que prohibían ver a la protagonista interpretada por Greta Garbo.

En rodaje: Alexander MacKendrick y Edward G Robinson

Alexander MacKendrick y Edward G Robinson en pleno debate de ideas durante el rodaje de 'Sammy, huida hacia el sur' (1963).

Omito elegir cinco preferencias en una filmografía de nueve. Entre ellas hay siete grandes obras: 'Viento en las velas' (1965), 'El dulce sabor del éxito' (1957), 'El quinteto de la muerte' (1955), 'Sammy, huida hacia el sur' (1963), 'Mandy' (1952), 'El hombre vestido de blanco' (1951) y 'Whisky a gogó' (1949), una obra más estimable de lo que le se ha reconocido, 'No hagan olas' (1967), la cual hace mucho tiempo que no revisto, y la grata 'La bella Maggie' (1954). En suma, una de las filmografías más esplendorosas que ha dado el cine

Edward Artemiev - Meditation (Stalker Movie Soundtrack) 1979!


Sublime esta composición de Eduard Artemiev para ese prodigio hecho cine de nombre 'Stalker' (1979). ¿Algún día seremos dignos de la Zona? Quizás los que aún se mantienen resistentes en su disidencia que es sabiduría de la ilusión.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Sammy, huida hacia el sur

'Sammy, huida hacia el sur' (1963), de Alexander Mackendrick, adaptación de una novela de W.H Canaway, es una obra tan admirable como insólita, como lo es la gesta que narra, los siete mil kilometros que recorre, durante varios meses, Sammy (Fergus McClelland), desde Egipto a Africa del Sur. Lo que le determina a realizar este viaje es su desvalimiento tras el fallecimiento de sus padres en un bombardeo de Port Said (estamos a finales de 1956,en pleno conflicto del Canal de Suez, o la guerra del Sinai entre israelitas, con el apoyo franco-británico, y egipcios, tras que estos nacionalizaran el susodicho Canal). En la intemperie de ese desvalimiento sólo encuentra una posible orientación, por eso torna su deriva en destino, el hotel que regenta su tía en Dunbar, aunque aún no sepa ni el nombre del mismo ni de su propia tía, ni lo lejos que se encuentra, en el otro extremo del continente, en Sudáfrica. Por ello, el primer pasaje de esa peripecia será el mismo desierto en el que erra, después de que le echen de un autobús por no tener dinero. Sólo sabe que debe dirigirse hacia el sur, para lo que se sirve de la ayuda de su brújula, pero ignora qué distancia debe recorrer, ni tampoco cómo lo conseguirá. Se mueve por el impulso. El desvalimiento que busca el hogar, como quien olvida que le han extraído de cuajo el propio hogar para conseguir ponerse y mantenerse en movimiento, porque el recuerdo, en ese trance le inmovilizaría por la desesperación.
Como genuino relato de aventuras hay, por lo tanto, otra gesta, la interior, el aprendizaje que supone para Sammy esta odisea. Y es crucial, en este sentido, la relevancia en la película de la mirada. No sólo la de Sammy, sino la de otros personajes. Como un cuerpo que se configura a través una orquestación de miradas, gestos y acciones, la narración se vertebra sobre las nociones del acontecimiento y el descubrimiento. En un momento dado, ya avanzado el metraje, Sammy replica a otro personaje que él tiene ojos en la cara. Pero no es así, o no lo es hasta este último tramo. En este sentido es revelador que el primer personaje con el que se cruza, en pleno desierto, un mercader, muera con los ojos abrasados ( por una negligencia de Sammy). En varios momentos se significa la condición de despertar de la mirada. Cuando se encuentra con ese mercader es tras despertar de su sueño, como su mirada cuando despierta en la lujosa habitación de un hotel, con ese plano picado, correspondiente a su mirada, de la tela que cubre su cama. Sammy viajará, en otro pasaje de su recorrido, por un río, en una barcaza, y contempla admirado la naturaleza a su alrededor, pero aún no sabe ver. En este sentido es significativo el contrapunto del peregrino (la mirada de la sabiduría) con el que se encuentra en esa barcaza, quien le dice que todos somos peregrinos, y la vida es simplemente un viaje.
Sammy sabe a dónde se dirige, pero su mirada aún está ofuscada (sólo hace falta contrastar su despedida con el peregrino: el primer plano de la mirada de irónica consciencia del peregrino, y la forma distraída con la que se despide, en plano general, Sammy, como quien no se ha percatado de la relevancia de ese encuentro). La mirada de Sammy es una mirada que aún más bien huye, que no está enfocada. A este respecto uno de los momentos más bellos de la obra es aquel que describe su llegada en el crepúsculo a Luxor tras haber errado por el desierto solo. Los planos encuadran a las dos grandes esculturas como si fueran algo inusitado, como si se cruzara un umbral, pero no es algo advertido por Sammy. En cambio,el momento crucial será cuando mate a la leopardo, salvando la vida de Cocky (Edward G Robinson), el traficante de diamantes: cuando traigan a su cachorro se enfrentará a sí mismo en el espejo, tomando consciencia de algo que aún no había asumido, la muerte de su madre. Ya algo que había empezando a perfilarse en una secuencia precedente cuando aprendía a disparar, instruido por Cocky, como si los disparos comenzaran a abrir la brecha del tiempo en su mente, el boquete que le enfrenta a su presencia en el tiempo, y por lo tanto, al pasado y sus residuos y heridas aún no cerradas.
Para los otros personajes también representará algo. Para el mercader, la posibilidad de una recompensa; para la turista norteamericana que le recoge en Luxor alguien desvalido al que ayudar; para los amigos de ésta alguien que levanta suspicacias, sobre todo cuando descubren el dinero del mercader en su bolsillo; para el asistente griego de la norteamericana también una recompensa (con quien Sammy se reencontrará, de nuevo, posteriormente, en una serie de estupendas secuencias más inclinadas a la comedia, cuando tienen que extraerle sangre y un par de muelas); para Cocky, el hijo que no tuvo, con la satisfacción que le comporta, además, la instrucción que le proporciona, acrecentada la ilusión porque sabe que está en los últimos días de su vida
Si en la primera secuencia vemos a Sammy jugando solo en el suelo con un dispositivo que vuela ( y determinará que salga a la calle, y se libre del bombardeo), mientras su madre prepara su maleta, sin que la veamos el rostro, hasta que en un portentoso salto de eje la vemos en primer plano, en la secuencia final, este primer plano se repetirá con su tía cuando se encuentre con ella en el hotel. En el último plano su juego, en cambio, es ya el relato de sus aventuras, con su tía como oyente, y él con la piel de leopardo sobre los hombres (detalle que refrenda su aprendizaje). En la primera secuencia él estaba a la izquierda del encuadre, y su madre a la derecha, y en el plano final se invierte con Sammy y su tía (con el rostro presente; Sammy ya no esta aislado en sus juegos, como lo estaba en el ensimismamiento de la infancia, ese que aún vive más de fantasías). Sutiles maneras de reflejar un trayecto que ha supuesto una transformación.

Poesía

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Poesía es 'saber ver bien las cosas', no sólo mirar más allá de la superficie, saber discernir, sino percatarse de que, por inercia, discurriendo entre superficies, cual decorado, no has mirado realmente lo que hay a tu alrededor, cómo es realmente una manzana, una flor, o lo que hay tras un rostro. Autómatas, hemos olvidado mirar,hemos olvidado fluir en la corriente de la vida. La protagonista de la excelente 'Poesía' (2010) de Lee Chang Dong, Mija (magnífica Junghee Yun), ha vivido como de refilón, trabaja de asistenta, vive con su nieto de 16 años, al que soporta estoicamente, y a sus 66 años se ha apuntado a un curso de poesía. Pero cómo lograr escribir poesía, cómo invocar a la inspiración. También empieza a costarle recordar nombres, hasta que descubre que es indicativo de que está en la primera fase de la enfermedad de Alzheimer. Vive una paradoja: se esfuerza en dominar las palabras para expresar lo que hay más allá de las superficies, cuando empieza a perder su dominio sobre ellas. Pero tras las superficies no sólo se advierte la belleza, la armonía no advertida, sino la turbiedad, el lado siniestro o mezquino del ser humano, como refleja ya la primera secuencia: la serenidad que destila el fluir de las aguas de un río se verá perturbada por la 'irrupción' del cadáver de una chica, la cuál descubrirá era compañera del colegio de su nieto. Y que su suicidio fue causado porque llevaba seis meses siendo violada por éste y otros cinco chicos. ¿Quién es su nieto, más allá de su desidia y sus desprecios? No hay respuesta cuando le zarandea preguntándole por el por qué; el nieto sólo se oculta bajo las mantas.
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Mientras los padres de los otros chicos buscan la solución que cubra con otra 'manta' el trágico suceso, es decir, pagar dinero a la madre de la chica para que no realice la denuncia (que encuentra la connivencia de la misma policía) sin plantearse otras interrogantes, Mija 'pierde el paso', y se deja fluir por las interrogantes, aquellas que buscan rasgar el velo de las apariencias que convierte en trámite hasta un trágico suceso. Su mirada se 'desplaza', como hace ella, desplazándose al colegio para contemplar desde la cristalera el laboratorio donde la chica fue violada repetidamente, o al puente desde donde se lanzó al río ( en hermoso detalle, su sombrero blanco cae al río por un golpe de viento). Ni el laboratorio ni el rio son un mero laboratorio ni un mero río, son unas apariencias enturbiadas por un hecho que los impregna con otras interrogantes, con otras implicaciones. Y escribir poesía, captar la poesía, es captar esas corrientes internas de la vida, su entraña, lo que implica y simboliza. Eso que han olvidado padres e hijos, en la brutalidad de su prosaismo: se dejan llevar por sus mezquinos instintos ( el deseo y la conveniencia que niegan al otro). El trayecto de la mirada de Mija es aprender a saber ver bien la realidad, al otro, y por tanto desde su mirada, aunque lo que se desvele sea tan terrible, pero es el logro de la empatía. En la primera secuencia la chica es un cadáver sin rostro (su cuerpo flota boca abajo). En las bellísimas secuencias finales, acompasado a la lectura del poema que ha escrito Mija, lo que se visibiliza es el rostro de la chica, junto al puente, momentos antes de lanzarse. El último plano es el de la chica mirando hacia la cámara. Mija ha hecho del yo un tú, y éste nos interroga para que aprendamos a saber mirar para que la realidad no se convierta en un mero cadáver que flota porque meramente nos dejamos llevar por la inercia de nuestro ensimismamiento, que es de donde se genera el horror.
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‎'Poesía' (2010), de Lee Chang Dong es una hermosa obra que hace cautivador sutil arte de la exploración de la mirada sobre la realidad, sobre la forma de habitar la realidad, de sentir lo otro y al otro, de saber empaparse de la realidad, transcurrir, en vez de pasajeros autómatas de la vida, el discurrir. Dong no utiliza la música en su banda sonora, pero hace pura música de su exquisito fluir narrativo, que es apertura al discernimiento, a la toma de consciencia, de la mirada como sentir.

Dario Marianelli - Briony (Track 01)


Si hay algo extraordinario en 'Expiación' (2008), de Jow Wright, es la banda sonora de Dario Marinelli. Como ejemplo este gran tema con la ingeniosa utilización rítmica del tecleo de la maquina de escribir. Aunque la segunda parte de la película contenga un brillante plano secuencia, quizá pierde fuelle, o concentración dramática, con respecto al más notable primer tramo.Mi impresión fue que la construcción eliptica de ese segundo tramo era más sugerente en su planteamiento intencional que en logro. O que no extraía la suficiente fuerza o intensidad dramática de las 'bisagras rotas'. Y cuando digo que pierde fuelle no quiero decir que caiga en un socavón directo a las Antipodas sino que su intensidad (su continuidad, como buena coriente eléctrica dramática) se deshilacha un tanto.

Eva Green

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Plácidas pausas de rodaje: William Dieterle y Ana Magnani

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William Dieterle, Ana Magnani y el director de fotografía, Arturo Gallea, ríen durante el rodaje de 'Volcano' (1950), de Dieterle.

Mis cinco preferencias en la obra de este excelente cineasta, que, en sus comienzos, fue actor, como su protagonista en 'Fausto' (1925), de Murnau: 'Jennie' (1948), 'La tragedia de Louis Pasteur' (1936), 'Juarez' (1939), 'La vida de Emile Zola' (1937) y 'Soga de arena' (1949), aunque no desmerecen 'El jorobado de Nottre Dame' (1939), 'Ciudad en sombras' (1950), 'Cartas de amor' (1945), 'The accused' (1948), 'Te volveré a ver' (1944), 'Un hombre acusa' (1952) o 'El diablo y Daniel Webster' (1941), entre las que conozco de su obra.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

HOWARDS END (1992) - Main Title


Los delicados acordes de Richard Robbins para 'Regreso a Howard's end' (1992), de James Ivory. Otra fructífera entente director-compositor.

La vida de Emile Zola

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'Caníbales'.Todo está dicho. Un primerísmo plano rompe la tónica de la planificación, no sólo de la secuencia, sino de toda la película. Es como un puñetazo desde las vísceras. Emile Zola (Paul Muni) se vuelve, tras que el juez haya dado su veredicto, y contempla las alborozadas muestras de júbilo de los asistentes por la resolución del caso.¿Cuál era la cuestión en litigio y por qué se le condena a Zola a un año de carcel? Cuatro años antes, en 1894, las altas instancias militares, al descubrir que alguien, dentro de esa institución, pasaba información al enemigo, a Alemania, había decidido elegir un 'chivo expiatorio', y qué mejor que un judio. Como dice un alto cargo, qué raro que un judio haya alcanzado un importante rango. Fue el célebre caso Dreyfuss (Joseph Shilkraut). Fue condenado y enviado a la desolada Isla del diablo, recluido en una celda, sin poder ver el sol. Su esposa no cejó de luchar para que fuera reconocida la inocencia de su marido, y al fin consiguió sensiblizar a Zola para que se involucrara, y lanzara su famoso 'Yo acuso' contra los poderes fácticos, y sus abusos de poder e inconsistencias. Lo que llevó al citado juicio, en donde Zola fue acusado de injurias, y en donde los mismos jueces imposibilitaron que pudiera utilizar, para la defensa, téstigo alguno relacionado con el caso Dreyfuss.
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Pero ¿por qué era necesario 'sensibilizar' a alguien como Zola, que durante décadas, en su literatura, había luchado por la verdad y la justicia, desvelando las miserias y precariedades de la vida, siempre insurrecto y combativo?.Porque como le dice su amigo, el pintor Cezanne (Vladimir Sokoloff), se ha apoltronado en una vida cómoda, disfrutando de los lujos de su éxito, ya lejos del pálpito de la realidad, ya optando por el anestesiado retiro de una vida plácida.
Durante la primera media hora de 'La vida de Emile Zola' (1937) de William Dieterle, hemos seguido su 'ascenso', durante más de dos décadas, desde que vivía en una buhardilla con Cezanne, en las más absoluta precariedad. Cómo se mantiene firme en su actitud, pese a que ya la publicación de su primera novela provoca la reprobación de las autoridades, e incluso el despido de la editorial en la que trabaja, por no querer transigir. Cómo fue téstigo de una mujer lanzándose al rio, mientras un grupo de méndigos, recogidos en la orilla del rio, señalaban que tendría más suerte que ellos. Cómo ayuda a una prostituta perseguida por la policía en una redada, y en la que se inspirará para su novela 'Nana', novela que los 'burgueses' comprarán a escondidas (Un marido la compra sin que su esposa le vea, y cuando ella señala que le gustaría leerla, él le dice que no es apropiado para ella, pero tras salir ambos de la librería, ella vuelve a entrar y le dice al librero que le guarde un ejemplar).Zola no cejó de poner en evidencia cualquier injusticia o misería, y de azotar a los poderes fácticos, siempre en busca de la verdad.
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Asi que involucrarse en 1898 en el caso Dreyfuss se podría decir que supuso una resurreción para él. Y su empecinada voluntad, luchando contra esos poderes, militares, judiciales y políticos, y las reacciones del ciudadano de a pie, quemando sus libros, o a muñecos que le representaban a él o a Dreyfuss, considerándole un traidor a la patria, logró, tras su exilio a Inglaterra, para no ser recluido en la carcel, y desde donde siguió con sus escritos 'acusadores', que el caso Dreyfuss, ya en 1902, fuera reabierto, y reconocida su inocencia, y, por añadidura, acusados los responsables de tamaño desatino.

'La vida de Emile Zola' (The life of Emile Zola, 1937), de William Dieterle, con guión de Heinz Herald, Geza Hercgez y Norman Reilly Reine, y fotografía de Tony Gaudio, es una de esas obras que revigoriza el ánimo 'combativo, intolerante sin tomarte de ningún dogma' (en palabras de Cioran). Un elocuente manifiesto, no sólo en aquellos años mismos años treinta, donde ya se señalaba sutilmente lo que estaba ocurriendo en Europa con los judios, y ante lo que todos cerraban los ojos ( al mismo Dieterle le exigieron que sólo se citara una vez la palabra judio en su film).Como Zola, en su momento, el film levantó ampollas, no estrenándose por ejemplo en España, Italia, Polonia, Alemania o la misma Francia, donde no se proyectaría hasta cuarenta años después.Hoy en día siguen siendo necesarias obras cómo esta, y actitudes como la de Zola. Dieterle hubiera querido que su película se titulara 'La verdad está en marcha', unas de las últimas frases que pronuncia Zola. Pues eso: Atención, 'caníbales'.

Plácidas pausas de rodaje: Tyrone y Romina Power

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Tyrone Power y su hija Romina, durante una pausa de rodaje de 'Caravana hacia el sur' (1955), de Henry King.

En rodaje: Howard Hawks, Humphrey Bogart, Walter Brennan y Dolores Moran

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Howard Hawks con Humphrey Bogart, Dolores Moran y el gran Walter Brennan, en pleno trance creativo durante el rodaje de la excelente 'Tener y no tener' (1944), que adaptaba una obra de Ernest Hemingway.

La isla del adiós

El título original de esta estupenda obra, ‘La isla del adiós’ (1977), de Franklin J Schaffner, es ‘Islands in the stream’ (Islas en la corriente), y refleja con más precisión sus complejas y sugestivas resonancias. Las raigambres y la soledad ( o el aislamiento), el anhelo de crear vínculos y sus dificultades y conflictos, o nuestras limitaciones, las que nosotros mismos creamos para conseguirlo, en el transcurrir o discurrir de la corriente de la vida, del tiempo, o en su deriva, pues hay ocasiones en que nos apercibimos que nos hemos dejado llevar, quizá pensando que hemos encontrado nuestro lugar en el mundo, pero quizá hayamos creado un universo aparte, aislado, abandonados a la corriente, porque pensamos que lo posible es imposible, hasta que un día, las faltas, las carencias, surgen a la superficie. Thomas (extraordinario George C Scott) vive en una isla de las Bahamas, centrado en sus esculturas y en su pasión por la pesca; parece su lugar tras haber vivido las décadas anteriores en Europa o Estados Unidos. Un lugar que acentúa su desarraigo, que parece tener asumido (reitero de nuevo, ‘parece’; ya sugerido en esa secuencia en la que en cierto estado de embriaguez, dispara como divertimento bengalas, en el bote en el que se encuentra con sus amistades, a la casa del representante de la ley; ya insinúa su insatisfacción vital; se puede rastrear una cierta petición de ayuda implícita). La acción transcurre en 1940, con la guerra como paisaje de fondo: un conflicto colectivo que se convertirá en reflejo o contrapunto de un conflicto individual; esa capacidad que demostraban ciertos cineastas décadas atrás: esta obra parece un residuo de aquellas grandes obras de finales de los 50 y 60 que aunaban modélicamente conflictos colectivos e individuales).
El primero de los tres episodios en que se divide la obra, ‘Los hijos’ le enfrenta a la ilusoriedad de su vida, a tomar consciencia de que está realmente separado de la vida. Le enfrenta a su pasado, al fracaso de sus dos matrimonios, con respecto a los cuáles reconoce su responsabilidad, su incapacidad para haber sabido crear una relación. Aún más, el hijo mediano le reprocha las permanentes peleas con su segunda esposa porque han quedado prendidas en él como una sombra doliente, un anzuelo que le sigue arrastrando a las profundidades de un dolor irresuelto, que ahora en el presente puede ser restituido, porque Thomas no es ya el fantasma de aquel pasado. Al respecto, es modélico cómo se resuelve de modo implícito este conflicto entre padre e hijo a través de la prodigiosa secuencia de la pesca del pez espada, en el que durante largas horas el hijo brega con el animal, asistido por su padre. Obcecado no cede aunque sus manos y pies sangren tal es el esfuerzo que tiene que realizar en su duelo con el carrete para evitar que el pez se desprenda del anzuelo, aunque las horas se dilaten cuando el pez espada se sumerge en las profundidades. Es como si bregara consigo mismo. No es el éxito de la acción lo fundamental, sino la significación de ese duelo, una liberación de un dolor que se arrastra del pasado. También Thomas se enfrentará al futuro, a la consciencia del mismo, cuando encuentre el cadáver de un marinero en la playa, tras el hundimiento de un barco, porque pudiera ser su hijo mayor. Hasta ahora la guerra eran unos fuegos en el horizonte, en la distancia, el de los barcos hundiéndose, algo que poco le afectaba en su aislamiento (su recordatorio era la llegada de cuando en cuando de judios que buscaban refugio: ¿acaso no lo ha encontrado él en esa isla en su desarraigo vital?). Su vida permanecía en la distancia, ajena a los demás, pero ahora esa distancia es ya la posibilidad de que su hijo pueda morir. Y la recuperación de esos vínculos con sus hijos transforma su forma de habitar la vida. Cuando los hijos se marchan, su recuerdo ahora quedará como raíz, como una nostalgia de un vínculo que no quiere perder, sino hacerlo ya península de vínculo.
El segundo episodio, el más breve, ‘La mujer’ es sencillamente portentoso. La imprevista ‘aparición’, o visita, de su primera esposa, Audrey (magnífica Claire Bloom), madre del hijo mayor, a la que aún ama (como reconoció a su hijo) determina unas admirables secuencias que hacen palpable el pasado compartido, a la vez que esa doliente tensión entre lo que no pudo ser y lo que podría haber sido, e incluso lo que aún se quisiera pudiera ser, y lo que ya no puede ser. Sumado a la revelación, la noticia que le da su esposa, le enfrenta a un futuro no posible, suma de errores pasados y circunstancias aciagas. El tercer episodio, ‘El viaje’, es el reflejo, por un lado, de esa sombría consciencia: decide abandonar la isla, como quien es consciente del fracaso de las decisiones de su vida, de una ilusión que era autoengaño, se había creado un mundo aparte que no era su espacio propio sino era más bien aislamiento, separación y distancia de los demás y la vida. A la vez se convertirá en redención, a través de una transferencia, esa distancia que eran fuegos en el horizonte ahora la hará cuestión propia, cuando en su trayecto de marcha recoja a unos judíos cuyo bote ha sido hundido (ahora las bengalas aparecen como explicita petición de ayuda). Su fracaso en el compromiso con quienes quería en el pasado lo intentará restituir, en lo que tiene algo de suicidio sacrificial, protegiéndolos del acoso y ataque de las lanchas con ametralladoras. Cual trance alquímico el enfrentamiento final tendrá lugar en el angosto y opresivo espacio de unas corrientes en la tupida selva. Aunque el plano final represente una liberación, con la vista del horizonte del mar en el que transportan su cadáver. ‎

Plácidas pausas de rodaje: Cary Grant, Deborah Kerr y Stanley Donen

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Cary Grant y Deborah Kerr ríen durante una pausa de rodaje de la deliciosa 'Página en blanco' (1960), de Stanley Donen ( a su espalda).

Jeanette McDonald y el perrito que sabía escribir a maquina

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Jeanette McDonald, a la que se puede recordar por sus colaboraciones como actriz y cantante en varías obras de Ernst Lubtisch, y su secretario particular canino (quizás guionista en la sombra de Lubitsch).

Plácidas pausas de rodaje: Gregory Peck

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Gregory Peck tocando la guitarra en una pausa de rodaje de 'Duelo al sol' (1946), de King Vidor.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Jocelyn Pook-The Interview (L'emploi du Temps OST)


El empleo del tiempo' (2001), de Laurent Cantet, es una de las más bellas obras que ha dado el cine esta década. Y se podría decir lo mismo de la composición de Jocelyn Pook con respecto a las bandas sonoras. Además, son acordes ideales para abrir senda hacia el horizonte...

Natalie Wood

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miércoles, 22 de diciembre de 2010

The Hanging Tree - Movie Theme Song by Marty Robbins


Hay varias canciones memorables en los westerns de los 50, de 'El tren de las 3'10 a 'Duelo de titanes'. Una de las más destacadas es la de la extraordinaria 'El árbol del ahorcado' (1958), de Delmer Daves, cuya música está compuesta por Jerry Livingston, la letra escrita por Mack David, y cantada por Marty Robbins

Glenn Ford, entre el dandy y el cowboy

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Glenn Ford siempre me ha parecido uno de los grandes actores que ha dado el cine. Desde luego, es uno de mis favoritos. Una antología de sus más admirables interpretaciones estaría formada por 'Cowboy' (1958), 'El tren de las 3'10 (1957) y 'Jubal' (1956), de Delmer Daves, 'Los sobornados' (1953) y 'Deseos humanos' (1954), de Fritz Lang, 'Un gangster para un milagro' (1961), de Frank Capra, 'Cimarrón' (1960), de Anthony Mann, 'LLega un pistolero' (1956), de Russell Rouse, 'Rapto' (1955), de Alex Segal, 'Semilla de maldad' (1955), de Richard Brooks, 'El desertor del Alamo' (19539, de Budd Boetticher, 'Relato criminal' (1949), de Joseph H Lewis, 'Chantaje a una mujer' (1962), de Blake Edwards, 'Un cadáver recalcitrante' (1959) y 'Furia en el valle' (1958), de George Marshall, 'Superman' (1978), de Richard Donner, 'Los cuatro jinetes del Apocalipsis' (1961), y 'El noviazgo del padre de Eddie' (1962), de Vincente Minelli, y tantas otras

Plácidas pausas de rodaje: Clark Gable, John Hodiak y el hijo de William Wellman

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Cissy, hijo de William A Wellman, prueba cómo raspa la barba de Clark Gable, ante la divertida mirada de John Hodiak, durante una pausa de rodaje de la notable, y entrañable, 'Más allá del Missouri' (1951), de Wellman, aunque aún superiores sean otros westerns como 'Cielo amarillo' (1948), 'Incidente en Ox Bow' (1943), esa rareza que es 'The track of the cat' (1954) o el estupendo melodrama que linda con el género, 'Una gran señora' (1942).

En rodaje: Delmer Daves y Glenn Ford

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Delmer Daves con Glenn Ford, durante el rodaje de la excelente 'El tren de las 3'10' (1957). Si estableciéramos una antología de grandes directores del western, por calidad y cantidad de obras, Daves estaría en lo más alto junto a Anthony Mann, John Ford, Howard Hawks, Sam Peckinpah, Budd Boetticher y John Sturges.

Mis preferencias en la obra de Delmer Daves. 'El árbol del ahorcado' (1959), 'Cowboy' (1958), 'El tren de las 3'10 (1957), 'Jubal' (1956) y la excelente obra de cine negro 'Senda tenebrosa' (1947). Aunque 'La ley del talión' (1956) bien pudiera haber estado. Tampoco olvidar notables obras como 'Pride of the marines' (1945) y 'Destino: Tokio' (1943), la obra que instituyó el patrón de convenciones de las películas de submarinos.

Jubal

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Uno de los significados de la palabra hebrea jubal es pequeña corriente. En las primeras imágenes de 'Jubal' (1956), de Delmer Daves, Jubal Troop (Glenn Ford) es una pequeña figura en el inmenso paisaje, que parece errar sin dirección, tambaleante, hasta que cae por un ladera, siendo recogido, inconsciente, por el ganadero de vacas Horgan (Ernest Borgnine). Jubal es alguien que piensa que trae mala suerte a los demás, por eso parece preferir erra de un lugar a otro, sin establecerse. Aunque su errancia es también la de la supervivencia. Cuando Pinky (Rod Steiger) le dice, porque 'huele a oveja' (era recurrente entonces el conflicto entre ganaderos de vacas y ovejas por los pastos), que 'cualquiera moriría antes que trabajar con ovejas', Jubal replica 'y mueren'. Jubal parece querer fluir por la vida en segundo plano, como una corriente pequeña, sin que reparen en él, como si él mismo se sintiera irrelevante. Pero para los demás, en este rancho,representará algo que le colocaría en el centro del escenario de la vida, que ha parecido rehuir. Para Horgan representa alguien con un acusado sentido de la responsabilidad, que incluso trabaja, para terminar adecuadamente su labor, más allá de las horas asignadas, y que, por ello, podría ser un idóneo capataz para su rancho. En cambio, para el avieso e insidioso Pinky (Rod Steiger), es una interferencia en sus propósitos ambiciosos.
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Y, por añadidura, advierte que Mae (Valerie French), la esposa de Horgan, a la que desea, muestra interés por Jubal. Para Mae, que se siente atrapada en mitad de la nada, y que se casó con un hombre rico porque pensaba que iba a suponer el lograr lo que ansiaba, Jubal es un incentivo que contrasta con la, para ella, vulgaridad de su marido (un noble bruto ingenuo que sorbe el café del platillo y que le da entusiastas azotes en el culo), en suma, con el prosaismo y desilusión de su existencia. Si este espacio representante de la llamada civilización no parece un lugar muy habitable, y en el querer asentarse, aparece, como contraste, una caravana de religiosos errantes,el cual por un lado no está exento de comportamientos mezquinos, como es el caso del joven que siente celos de la atracción que siente Naomi (Felicia Farr) por Jubal. Pero por otro ofrece a Jubal la posibilidad de hogar, de conciliación consigo mismo, a traves del amor, de la conexión o complicidad que siente con Naomi. Hay una bella secuencia que lo condensa, y en la que el agua toma presencia como reflejo de esa perdida, de ese extravío en el que estaba sumido Jubal,y de encuentro con el hogar de las emociones. En su conversación junto al río Jubal relata cómo cuando era niño su madre, de la que pocas muestras de cariño recibía, reaccionó con indiferencia cuando cayó al agua del barco en el que navegaban. Fue el padre quien, tras oir us gritos, se lanzó al agua para salvarle, pero con tal mala suerte que las helices de otro bote lo mataron (recibiendo por añadidura el reproche de la madre de por qué fue él el que se salvó y no el padre). Su relato lo realiza precisamente de espaldas al río, una admirable forma de conjugar pasado y presente, y la purga del primero ( le confiesa que es la primera vez que lo comparte con alguien). Esta forma de convertir a la naturaleza, el paisaje, como otro personaje de la obra, es una de las cualidades de esta gran obra, y refrenda su sutilidad.
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Además, queda manifiesto en las exquisitas composiciones de los encuadres, la armonía que transpiran, cómo interrelaciona a los personajes con el paisaje, integrados o en colisión. El conflicto provendrá, en variante del Otelo de Shakespeare, cuando Pinky, cual Iago, hace creer a Horgan que Jubal y su esposa son amantes. Esa creación de un falso fuera de campo que sugestiona a Horgan tiene su correspondencia en un portentoso plano: aquel en el bar del pueblo en el que la cámara, que encuadra a Jubal sentado en una mesa, realiza un travelling de retroceso para hacer 'visible' el fusil de Horgan, que viene dispuesto a matarle. Si en la primera secuencia veíamos esa figura tambaleante de Jubal en el inmenso paisaje, cual imperceptible pequeño arroyo humano, el plano de cierre nos lo muestra cruzando un puente, sobre las aguas, con la mujer amada, aquella en la que ha encontrado el hogar, en el movimiento que es puente, de firme base, de conexión, de relación ya conciliada con el paisaje de la vida.

‎'Jubal' (1956), de Delmer Daves, uno de los más realizadores de más insigne obra en este género, en su edad dorada, la de la década de los 50. Un complejo guión de Russell S Hughes, que adapta una novela de Paul I Wellman, que Daves materializa con sutilidad como con un refinado sentido de la composición, con un portentoso trabajo fotógrafico de Charles Lawton. Una obra de turbulentas corrientes subterráneas narrada con una armoniosa serenidad.