Translate

domingo, 14 de noviembre de 2010

La profecía

Photobucket
Una sensación que siempre me suscita el visionado de 'La profecía' (1976), de Richard Donner, es que lo tenebroso o lo tétrico no reside en la posibilidad de la llegada de un Anticristo sino que una de las creaciones más tétricas y tenebrosas del ser humano ha sido la religión católica ( que tanto daño ha hecho al ser humano). Muy bien reflejado en uno de los más destacados logros de esta estupenda obra, los siniestros coros gregorianos (como alfileres en los nervios) de la portentosa composición de Jerry Goldsmith, como esos susurros que acompañan al ataque del perro en la casa en las secuencias finales (muy bien compensada con otros temas de índole lírica relacionados con el matrimonio protagonista, Katherine (Lee Remick) y Thorn (Gregory Peck) - qué buen detalle el apellido, Thorn (espina) pues una espina tiene clavada desde el inicio, cuando sin decírselo a su esposa, no le dice que ha perdido el hijo al parir, y que lo ha sustituido por otro. Una buena ocurrencia de guión, ya que cuando comienzan a producirse los vislumbres de que suceden hechos más que anómalos alrededor de su hijo, él sufre ese conflicto de no poder reconocer (compartir) lo que hizo a su esposa, lo que propicia, ese sentimiento de culpa, que le cueste más aceptar lo extraño que está sucediendo ( sería reconocer su 'espina'). Y al mismo tiempo, ella, que nunca sabe ese trasfondo se ve abocada a un progresivo extrañamiento, como si sintiera que ese no es su hijo (su irritada reacción con los estridentes gritos de su hijo cuando está jugando).
Photobucket
Hay otra gran idea de puesta en escena, y conceptual, que se convierte en elemento esctructural: la mirada. Durante la obra abundan los primeros planos, la creación de una tensión, que propicia el terror interior sostenido sobre la incertidumbre, ¿qué es lo que ocurre? ¿Puede ser cierto lo que parece?. En la secuencia de la adopción del niño hay una muy buena idea: Se mantiene el plano largo en el que vemos al otro lado del cristal a la monja con el bebé, y reflejados a Thorn y el sacerdote que le ha inducido a que lo adopte; hecho que refleja la doblez de éste: cuando le busca años después le descubre con uno ojo quemado, en un estado casi catatónico (sólo puede mover algo la mano izquierda), como si se hiciera cuerpo de esa 'espina' (por transferencia también la de Thorn). Hay más: los personajes se definen ante todo por las miradas. La pareja protagonista no posee atributos especiales de caracterización, representan la normalidad convencional (esos paseos con el bebé al inicio por la campiña); Thorn se define por ese aura de dignidad y nobleza característica de Peck, y hace efectivo el que se resista a aceptar la aparición de lo siniestro en su vida; Lee Remick hace cuerpo, o mirada, de la inercial normalidad que va siendo progresivamente desestabilizada, hasta precipitarse en el abismo: literal: por dos veces cae en dos magníficas secuencias de proverbial modulación: cuando su hijo choca con su banqueta propiciando que caiga, y la de su muerte en el hospital, empujada por la institutriz Mrs Blaylock (Billie Whitelaw), aunque no lo veamos: la secuencia se construye a través de las miradas de ambas, y la de Katharine además, atrapada en e velo del camisón que se quiere quitar (luego la veremos caer al vacío). Billie Whitelaw, extraordinaria, construye su personaje siniestro a través de su mirada, con esa circunspección amable que se va revelando envenenada.
Photobucket
O la mirada que parece supurar azufre del padre Brennan (Patrick Thoughton), alguien que parece a punto de arder, consumido por su culpa ( es dificil por ello que pueda ser convincente, su desesperación le supera y más bien atemoriza y hace pensar que está trastornado). La secuencia de su muerte, atravesado por el parrarayos que cae de lo alto de la iglesia es otro momento portentoso, en una secuencia orquestada con la progresiva sucesión de detalles que 'transtornan' el ambiente ( el viento que arrecia; las oscuras nubes que aparecen en el cielo; el rayo que cae en la verja). Y,por último, está la mirada interrogante, profana, del fotógrafo, Jennings (David Warner), el que logra ver más allá de las apariencias ( o que se pregunta sobre ellas sin la reticencia de otros), a través de las fotografías ( esas señales premonitorias). Si el espejo reflejaba la doblez del sacerdote inductor, la muerte de su opuesto será a través de un cristal que decapita su cabeza.
Photobucket
Donner, habilmente, crea una sensación de normalidad alterada, con un realismo más estilizado ( no el más sórdido y casi documental de 'El exorcista' (1974), de William Friedkin), que se va perturbando progresivamente, sin dejar de lado la duda o la interrogante sobre la entidad de lo que está ocurriendo. El uso de las miradas, de nuevo, en la secuencia de la fiesta en la que la primera institutriz se ahorca: los personajes oyen su voz, llamando a Damien, miran hacia 'allá'; vemos un plano descontextualizado de ella, con una soga al cuello; y un plano abierto nos hace ver que está sobre una cornisa desde la que se lanza (de nuevo, un cristal: su cuerpo al caer rompe el ventanal de abajo); Donner suspende la narración, como si no se diera crédito a la irrupción de lo anómalo ( y terrible): se suceden varios planos de los asistentes mirando como si se hubieran quedado catatónicos. La admirable secuencia del ataque de los babuinos en el zoo, y,sobre todo, ese decorado estilizado ( que parece extraido de una producción de la Hammer), del cementerio etrusco, con esos fondos de cielos encapotados, como si lo terrible se cerniera irremisiblemente. Una secuencia que ya da cuerpo a lo que hasta entonces ha sido una sabia sucesión de vislumbres.

‎'La profecía' (The omen, 1976), de Richard Donner, es una excelente obra que hace de la sugerencia un terror e inquietud más efectivos, y que culmina con uno de los planos finales más perversos y turbadoras del género ( esa sonrisa del niño). 'La profecia' asimila las buenas lecciones del materialismo fantástico de Terence Fisher en la Hammer, jugando de modo admirable con lo incierto y con una amenaza que se va cargando a través de sucesivos detalles turbadores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario