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lunes, 4 de enero de 2010

La invasión de los ladrones de cuerpos

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El titulo que Don Siegel hubiera preferido poner a 'La invasión de los ladrones de cuerpos' era 'Sleep no more' (No te duermas nunca más). Es tentador en las sugerencias que contiene ese título, si vas dormido por la vida, dejándote llevar por la inercia, eres uno más, ensimismado en ti mismo, cautivo del hábito. Es necesario estar despierto para percibir la realidad y cómo son los otros. Porque ¿en qué medida vemos o sabemos ver a los demás? De ahí la inquietante circunstancia de esta perturbadora obra en la que varios personajes afirman que alguien cercano al mismo no es él, no es el mismo, como si fuera otro, ajeno, y que carece de toda emoción. La construcción de la identidad es realmente un fantasma. Es fascinante cómo logra crear prontamente una tensión que no abandona su narración en sus escuetos y precisos 76 minutos. Los encuadres se van crispando progresivamente a la vez que se va tomando consciencia de la anómala realidad que se esta viviendo. Unas vainas que adoptan la apariencia de los habitantes del pueblo y absorben su voluntad. Una sustitución que propicia ese extrañamiento, ese quién es el otro realmente. ¿Es quien creía que era o este otro es él? Es el poder de esta corrosiva alegoría, que se expande en su sabia utilización del espacio de los encuadre, al principio engañosamente plácidos, después desacogedoras como si fueran prisión para los personajes. En este tramo, por ello, es tan desasosegante esa secuencia de aire cotidiano viciado en la que ven como todos los del pueblo recogen las vainas que traen los camiones. La normalidad es un espacio alterado. Todo es cuestión de cómo se mire.

'La invasión de los ladrones de cuerpos' (1956), de Don Siegel, con Kevin McCarthy y Dana Wynter, es una obra que ha conocido tres versiones más. Notable es la de Philip Kauffman en 1978, con Donald Sutherland, con un sobrecogedor final. Y muy sugerente la reciente Invasión de Oliver Hirschbiegel en 2007, con Nicole Kidman y Daniel Craig, que sólo se resiente de un final que se subordina a la espectacularidad, No sé si responden a los añadidos que realizaron los productores, encomendando a James McTeigue, director de 'V de Vendetta', pero deslucen la notable atmósfera perturbadora que domina tres cuartos del film. La menos lograda es la que realizó Abel Ferrara en un ámbito militar en 1993. Con respecto a la de Siegel comentar que su estructura en flashback fue idea o imposición de los productores. Aporta una atmósfera que ya te pone en tensión, una ntriga sobre lo que ha ocurrido, en vez de la opción de Siegel que pretendía ir creando un extrañamiento desde lo cotidiano, y acabar con la secuencia en la que el enfebrecido protagonista intenta avisar entre el ajeno tráfico de coches de la inminente invasión. Por otro lado, hay que recordar que Don Siegel es uno de los más interesantes artesanos que ha dado el cine norteamericano, y como botón de muestra además de ésta brillante obra: Harry el sucio, Fuga de alcatraz, The line up, Motín en el pabellón 11, La gran estafa, El molino negro, Brigada homicida o El seductor.

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