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sábado, 19 de diciembre de 2009

La doble vida de Verónica

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Los misteriosos hilos de la vida, quizás casualidades que hacen de la vida una danza enigmática, quizá los brumosos compases de algo llamado destino. El anhelo de vivir otras vidas puede tener su correspondencia en la realidad, la figura del doble quizá exista, no sólo en otro tiempo, sino en el mismo, en otro espacio. Como misterio cautivador es el que resplandece en las pequeñas sensaciones, tan plenas, de sentir el sol sentada en un banco en la calle, la cal que cae sobre tu rostro del techo tras que lo haya golpeado la pelotita que has lanzado, los roces de otra piel sobre la tuya en ese canto de intimidad que es la desnudez compartida. Misteriosa puede ser hasta una representación de marionetas. Quién sabe si lo somos, quizá sólo lo único cierto es aquello que podemos palpar con la mano, la corteza de un tronco, la piel del amante, quizás todo eso es la música más honda, como la luz del sol que se extiende, como si deslizara, en tu habitación. Esa música del afuera que puede ser cantada cuando posees esa voz que rasga las entrañas con otro misterioso don, el de hacer del canto catarsis y extasis. Como Kieslowski lo logra con su cine,con esta obra que es tanto epifanía como misterio. photo LadoblevidadeVeronica4_opt_zps65eb1560.jpg photo vlcsnap-2011-08-25-16h18m54s160_opt_zps07d6611e.png 'La doble vida de Verónica' (1991) con Irene Jacob, es una de las experiencias sensoriales y emocionales más enigmáticas y cautivadoras que se pueden vivir en el cine, esa misteriosa senda que transitaron cineastas como Dreyer o Tarkovski. Pura fenomenología del espíritu, con una sorprendente capacidad de captar los momentos, de hacer palpables las sensaciones. La vida reside en ese secreto hilo de pequeños instantes, como la punta de iceberg a través de la que sentimos un incierto mundo de posibles que no logramos articular en todo su sentido. La mirada abierta, despejada, sin dogmas, es la que puede percibir y vivir, de un modo más próximo y elevado, esos momentos de sensación verdadera hechos a su vez de misterio. Porque aún no sabemos del todo cuál es la materia de este escenario en el que vivimos sin esclarecer del todo por qué y para qué estamos aquí, lo que no impide el gozar de sumergirse en la epifanía de los momentos.

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